Siempre a nuestro lado

 

Padre, ¡te rogamos!

Especialmente al final de este año y durante este tiempo de Adviento, te confiamos todas las cosas.

Tú lo sabes todo.

Cada hombre, cada mujer, cada niño.

Las situaciones, los miedos, las alegrías, las preguntas, las acciones... de cada uno.

Por eso puedes hacer cualquier cosa: actuar donde quieras y cuando quieras, en circunstancias que son incluso las más complejas a los ojos humanos.

Puedes guiar al ignorante y al sabio, alimentar al pobre y al rico.

Todo esto eres tú, Dios del universo grande y todopoderoso.

Todo esto eres tú, y sin embargo estás dispuesto a escuchar nuestras voces, porque desde tu grandeza, Eterno, has querido venir a nosotros.

 

Por eso nos atrevemos, con toda humildad, a dirigirte nuestras oraciones.

 

No nos has ignorado, no nos has rechazado, a pesar de lo que somos: a pesar de nuestra obstinación, de nuestros insultos, de nuestra maldad, de nuestra tendencia a darte la espalda cuando todo va bien y a volver a ti sólo cuando estamos al borde del abismo y nos sentimos perdidos.

No, no nos has ignorado. Al contrario, por medio de tu hijo Jesús viniste a nuestro medio, a nuestra humildad y a nuestra condición.

Viniste con una grande simplicidad.

- Muy a menudo, en nuestros bonitos «belén» con sus bonitas figuritas, el nacimiento de Jesús parece casi idílico. En realidad, olvidamos que tuvo lugar en un establo, rodeado de animales, sobre paja probablemente sucia, sin cuidados ni higiene adecuados. (Lejos de nuestras necesidades materiales actuales). -

Estos «belenes» son una bonita manera de recordarnos la venida de tu hijo Jesús, pero no deben hacernos olvidar lo humildes y sencillos que fueron sus comienzos (como lo será toda su estancia en la tierra), y lo bajo que se rebajó cuando vino entre nosotros.

Comenzó su vida en la más completa indigencia, lo que demuestra que su camino, su vida en la tierra, no se benefició de ninguna ventaja inicial. Vivió entre nosotros, pero no vivió como nosotros, porque te fue fiel a ti, su Padre que estás en los cielos.

 

Vino para hacer algo, para demostrar que nos amas y quieres que nos salvemos. Vivió entre nosotros sin comportarse como nosotros, porque su vida aquí en la tierra fue pura, sin mancha. De hecho, a pesar del sufrimiento y del mal, fue ejemplar en todos los sentidos, como ningún hombre ha vivido jamás. Caminó por los mismos senderos, se codeó con la misma gente que todos los demás, entró en las casas, respiró el aire, compartió... igual que nosotros. Pero no se dejó seducir por el maligno. Se resistió a él.

 

Su vida fue ejemplar. Pero, ¿realmente le importas al mundo?

 

Te pedimos, Padre, que guíes a las personas, familias y pueblos que forman este mundo y viven bajo tu mirada. Que cada uno comprenda «cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad...» de tu amor. (cf. Ef. 3 v18) y que cada uno de nosotros sea testigo de ti, un testigo que brille a nuestro alrededor. Que nuestros hogares sean refugios que reflejen no sólo amor, sino también bondad y confianza. Todos estos valores que, en el mundo actual de violencia y egoísmo, están tan ausentes. Por eso te pedimos que seas, por medio de tu hijo Jesús, nuestro guía y nuestro Señor. Porque, como Él mismo reveló, «Él es el camino, Él es la verdad y Él es la vida». (Juan 14 v16).

Que hombres, mujeres, niños, parejas y familias sean tocados por ti, por tu Palabra. Porque tú eres nuestro Dios y Padre, tú conoces a todos y estás dispuesto a acoger a todos. Que tu llamada sea escuchada. «Nos ha llamado por medio del Evangelio, para que tengamos la gloria del Señor Jesucristo». (2 Tes. 2 v14)

Que las personas, los pueblos y el mundo en que vivimos se vuelvan hacia ti y reciban y experimenten la paz:

Esta paz tan deseada y que, sin embargo, parece tan inaccesible.

Esta paz que Tú das gratuitamente pero que con demasiada frecuencia es rechazada.

Esta paz que es necesaria en nuestra vida cotidiana, con nuestros hijos, nuestra pareja, nuestras familias, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros colegas y, en definitiva, con todos nuestros semejantes.

Que tu amor y tu paz llenen a todos los que te miran, porque: «Si nos amamos unos a otros, Dios habita en nosotros y su amor se manifiesta plenamente entre nosotros». (1 Juan 4 v12) y Jesús nos dice: «La paz os dejo; mi paz os doy. No os la doy como el mundo la da. Que no se turbe vuestro corazón, ni se alarme». (Juan 14 v27)

Padre, que este tiempo de Adviento y de fin de año sea una oportunidad para dejarnos maravillar por el hecho de que tú, Dios tan grande, has pensado en nosotros y que por medio de tu hijo Jesús nos ofreces la salvación eterna. Te pedimos que reines en nuestros corazones para que podamos ser ejemplos de tu amor y para que la desilusión y el sufrimiento dejen de ser obstáculos y se conviertan en pruebas que nos ayuden a crecer y a conocerte cada vez más. Bendícenos a los que hoy nos presentamos ante ti, sé nuestro guía, nuestra esperanza.

Gracias por ponernos en camino. Que la alegría de celebrar la venida de tu hijo Jesús, que todos compartimos hoy, se extienda a todos, y que él esté siempre presente en nuestras vidas.

 

«Por eso caigo de rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra. Él, que es tan rico en gloria, os dé la fuerza de su Espíritu, para que se fortalezca en vosotros el hombre interior.

Dejad que Cristo habite en vuestros corazones por la fe; permaneced arraigados en el amor, establecidos en el amor. Así podréis comprender con todos los fieles cuál es la anchura, la longitud, la altura, la profundidad...

Conoceréis lo que supera todo conocimiento: el amor de Cristo. Entonces estaréis llenos hasta el punto de entrar en toda la plenitud de Dios.

A Aquel que es capaz de realizar infinitamente más de lo que podemos pedir o incluso concebir por el poder que pone en marcha en nosotros, la gloria le sea dada en la Iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones y por los siglos de los siglos. Amén». (Ef. 3 v14-20)

E.W.

Publicado (en Español) en "tavolonte.com" en diciembre de 2024